Con un nuevo sobresalto nos despertamos ayer en la comunidad de Madrid al concluir la agonía de la presidenta de Cristina Cifuentes. Una dimisión que tenía que haberse producido hace semanas y nos hubiéramos evitado todos los madrileños y madrileños la vergüenza y el bochorno que hemos sufrido. El hecho cierto es que cuando no son los desmanes y corrupciones del PP, es el independentismo catalán quienes marcan la agenda y, como una cortina de humo, hacen desaparecer del debate los asuntos sociolaborales: desigualdad, desequilibrio, salarios, pensiones, precariedad, condiciones laborales
En medio de este maremágnum ayer presentamos, CCOO de Madrid y UGT-Madrid, el informe sobre siniestralidad laboral en la región, que tradicionalmente hacemos público en el entorno del 28 de Abril, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta fecha fue adoptada en el año 2003 por la OIT para conmemorar que ese mismo día de 1969 hubo una explosión en la mina de Farmington, al oeste de Virginia (EEUU), en la que murieron setenta y ocho trabajadores. Es pues una jornada para el recuerdo y la reivindicación a las puertas del Primero de Mayo.
No podemos dejar de resaltar que durante 2017, aunque ha crecido la siniestralidad total, ha descendido la mortalidad. Asimismo, la siniestralidad es menor con respecto al resto de España, indudablemente, gracias a la importancia que tienen los acuerdos suscritos en los planes directores. Ahora bien, este hecho no debe llevarnos por la senda de la autocomplacencia, ya que durante el periodo estudiado se han registrado 57 muertes y han crecido hasta 422 accidentes con resultado de lesiones graves o muy graves, cifras que son inasumibles.
Hago hincapié en el concepto accidentes registrados porque está corroborado que los datos oficiales sobre siniestralidad presentan deficiencias que disfrazan la realidad. Es decir, sobre accidentes mortales existe un subregistro, no se registran los accidentes con el criterio de Eurostat (Oficina Europea de Estadística), según el cual, es mortal aquel accidente que provoca la muerte del trabajador en el plazo de un año. Si se siguiera esta norma, el número de accidentes mortales aumentaría aproximadamente en un 10 por ciento.
También hay que denunciar la declaración de accidentes leves cuya gravedad es manifiesta con el objetivo de eludir la actuación de la Inspección de Trabajo. Si la notificación se hiciese con criterios objetivos, el número de accidentes graves sería, como mínimo, tres veces superior al que figura en las estadísticas.
Asimismo sirve para maquillar las cifras no contemplar a los trabajadores de la administración pública en regímenes especiales, como MUFACE, ISFAS o MUGEJU. Evidentemente tampoco se registran los accidentes padecidos por personas que trabajan sin contrato, circunstancia habitual en el servicio doméstico, o los autónomos que no cotizan las cuotas por contingencias profesionales.
Pero sin duda, uno de los elementos más llamativos del estudio son los datos relativos a las mujeres. Así, ellas fueron las víctimas del 60,4 por ciento de los accidentes in itinere (9.828). Esta diferencia con respecto a los hombres, surge por la mayor precarización del trabajo femenino. A las mujeres les afecta en mayor medida las jornadas irregulares, los trabajos parciales no deseados y la necesidad de simultanear varios empleos, y al mismo tiempo cargar con el trabajo derivado de la conciliación, lo ue implica mayor número de desplazamientos bajo presión y mayor accidentabilidad.
Hay que dejar claro que los datos son inversos cuando hablamos de siniestralidad vial, o sea, accidentes de tráfico, en los que de cada diez accidentes de tráfico, siete víctimas son hombres y tres mujeres.
Esta diferencia por razón de género se da también en las enfermedades profesionales, donde vuelve a darse una evidente subdeclaración de casos registrados. El pasado año se comunicaron en la región un total de 1.568 partes, de los que el 54,5 por ciento fueron mujeres y el 45,5 por ciento, hombres.
Otro dato evidente y llamativo, observado con perspectiva histórica, es la negativa influencia de lareforma laboral en asuntos de salud y seguridad en el trabajo porque finalmente la responsabilidad más clara de la siniestralidad recae en las empresas. Así, desde el año 2013 los accidentes de trabajo totales se han incrementado un 16,2 por ciento; los accidentes en centro de trabajo, un 15,6 por ciento y los in itinere, un 5,8 por ciento. Esta preocupante tendencia se mantiene en el primer trimestre de este año. En comparación con el mismo periodo del año pasado el incremento total de accidentes es del 6,07 por ciento, con el trágico crecimiento del 50 por ciento en los mortales, pasando de 12 a 18.
Propuestas para erradicar la siniestralidad existen, comenzando por derogar la reforma laboral y, paralelamente, mantener y profundizar en los acuerdos entre los agentes sociales y administración como medida preventiva estructural. Además, como instrumento fundamental, es imprescindible potenciar instrumentos como la Inspección de Trabajo como instrumento de control y defensa del derecho al trabajo. No es de recibo que la plantilla en Madrid ronde el centenar de inspectores y subinspectores, un tercio menos de lo que dicta la Unión Europea.
Imprescindible es también el fortalecimiento de la negociación colectiva. Debe tratarse con mayor rigor en el marco de las empresas la recuperación de inversiones en prevención y, especialmente, la centralidad de la negociación colectiva en las relaciones laborales.
Muchos años costó que la siniestralidad laboral engrosara las páginas de información laboral en los medios de comunicación, en lugar de la sección de sucesos. La involución de losmedios de comunicación nos ha hecho retroceder décadas, llegando a desaparecer la información laboral en beneficio de finanzas. Por eso, los sindicatos de clase seguimos movilizándonos y dando visibilidad, con concentraciones, en las plazas cada vez que se produzca un accidente mortal. Porque cada accidente es un fracaso de la sociedad, porquetrabajamos para vivir, no vivimos para trabajar, ni para perder la salud, para morir en el tajo.