Artículo de opinión de Jaime Cedrún, secretario general de CCOO de Madrid publicado el 22 de febrero en Madridiario:
Nos recordaba recientemente la periodista feminista Nuria Varela, autora de Feminismo para principiantes y Cansadas, que uno de los orígenes de la invisibilización de las mujeres es la ocultación de datos referidos a estas. Los grandes titulares hacen referencia al número de parados, al número de afilados a la seguridad social, a salarios medios o al número de nuevos contratos , pero difícilmente se diferencia por géneros. Si así se hiciera se evidenciaría la situación de desigualdad.
Como es sabido, el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se llevará a cabo una gran movilización con corazón feminista en la que CCOO y UGT hemos convocado un paro de dos horas en turnos de mañana, tarde y noche. Una movilización para denunciar la desigualdad, la precariedad y las violencias que sufren las mujeres.
Uno de los ámbitos más terribles en que las mujeres también desaparecen es en el concerniente a la salud laboral. Las mujeres son discriminadas e invisibles también en la prevención de riesgos laborales. Es una forma más de aplicar la violencia patriarcal.
Así, a la hora de identificar riesgos de salud para su posterior valoración, eliminación, reducción, etcétera, se cometen dos errores básicos: se considera a hombres y mujeres iguales cuando no lo son (factores fisiológicos, antropométricos, hormonales, sociales ) y se considera que son diferentes en aspectos en los que realmente son iguales (posibilidad de enfermar de patologías tradicionalmente masculinas, como cardiovasculares, exposición a risegos )
En CCOO de Madrid desagregamos los datos de accidentes y nos encontramos con que haymás accidentabilidad de mujeres en actividades sanitarias y de servicios sociales, en la educación, en información y comunicación y en actividades financieras y de seguros.
También son llamativas las diferencias en lo referente a los accidentes in itinere, es decir, los que se producen en los desplazamientos de casa al trabajo y viceversa. En la comunidad de Madrid se produjeron en 2016 (últimos datos disponibles) 16.074 accidentes de trabajo in itinere, de los cuales, 9.467 mujeres (60 por ciento) fueron en mujeres y 6.427 (40 por ciento), en hombres.
Esta diferencia es consecuencia directa de las peores condiciones laborales que padecen las mujeres: a las mujeres afectan más los trabajos parciales no deseados y el pluriempleo, lo que implica mayor número de desplazamientos, además estresantes por las dificultades de conciliar vida familiar y laboral.
No menos llamativas resultan las desigualdades respecto a las enfermedades profesionales. Durante 2016 se comunicaron en la región de Madrid un total de 1.673 partes de enfermedad profesional, de los que 980 correspondían a mujeres (58,6 por ciento) y 693 a hombres (41,4 por ciento). Según el listado publicado en el Real Decreto 1299/2006, se evidencia que las mujeres tienen un índice superior de incidencia que los hombres para la mayoría de los grupos profesionales: enfermedades profesionales causadas por agentes químicos, físicos, biológicos y también por otras causas.
Las lesiones relacionadas con huesos y músculos son las más frecuentes en el mundo del trabajo y se repiten dos aspectos específicos de género: son más prevalentes entre las mujeres y las zonas del cuerpo lesionadas son diferentes, en función de la diferencia de tareas. Las mujeres presentan más lesiones en cuello, columna dorsal y extremidades superiores y los hombres en columna lumbar y rodillas. Las mujeres padecen una mayor exposición a movimientos repetitivos, posturas estáticas y agudeza visual para percibir detalles. A ello hay que añadir la falta de reposo que genera la combinación del trabajo asalariado y doméstico.
Muchos de los trabajos que más intensamente utilizan sustancias químicas están altamente feminizados: tintes en el textil, n-hexano en el calzado, formaldehído en la sanidad, disolventes en la limpieza, microelectrónica o industria farmacéutica, etcétera. Además, estas sustancias afectan de forma diferente y específica a las mujeres: ciertos compuestos organoclorados están íntimamente ligados a cáncer de mama u ovarios y el cadmio está relacionado con la osteoporosis , pero nadie habla de esto.
A estas pinceladas de desigualdad en el entorno laboral habría que añadir lo que relata Marta Sanz en su última novela, Clavícula cuyo leit motiv fundamental es el dolor femenino. A juicio de Sanz, la medicina, que no la sanidad, es otro relato heteropatriarcal en el que, por ejemplo, los diagnósticos de las enfermedades se hacen en función de un patrón masculino, por eso, un infarto en un hombre se diagnostica mucho antes que en una mujer. Los manuales de medicina se han realizado por hombres e investigando a hombres, por lo que enseñan a detectar infartos y enfermedades en hombres. La cuestión es que hombres y mujeres somos física y biológicamente diferentes pero deberíamos ser iguales en derechos.
Jaime Cedrún Secretario general de CCOO de Madrid