
El acoso sexual y por razón de sexo, desgraciadamente, no es algo nuevo. Ha formado parte de nuestra cultura desde hace muchos años, demasiados. Es un ejemplo más de las desigualdades que sufrimos, mayoritariamente, las mujeres: temporalidad en el empleo, escasa ocupación en puestos de responsabilidad y de dirección, mayor pobreza, menor salario a igual o similar trabajo, peores condiciones de seguridad y salud, trabajos más monótonos y repetitivos... y también las personas LGTBI (Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e Intersexuales) por el simple hecho de tener una orientación o identidad sexual diferente al modelo tradicional.
Ahora bien, se está dando una mayor concienciación y sensibilización de las personas trabajadoras, de nuestros y nuestras representantes (las delegadas y los delegados de personal y de prevención), de las empresas y de la ciudadanía en general respecto al rechazo, la denuncia, la erradicación y la prevención de este tipo de conductas en el ámbito laboral. Existe una mayor conciencia y sensibilización sobre la necesidad de luchar para que el trabajo no sea un lugar inseguro y discriminatorio, sino todo lo contrario; para que el trabajo sea garante de nuestra salud, nuestro bienestar y nuestra dignidad. Para que los lugares de trabajo sean espacios respetuosos, integradores y diversos