
El cáncer es la epidemia de nuestros días. Es la enfermedad que más contribuye a la mortalidad y a la disminución de la esperanza de vida de la población. Uno de cada tres españoles/as desarrollará un cáncer a lo largo de su vida, pero lo que muchas veces se obvia es que entre el 4 y el 10 por ciento de estos cánceres tienen su origen en el trabajo. Esta falta de reconocimiento provoca que solo una pequeña parte de recursos destinados a combatir el cáncer en la sociedad se destine a la prevención del riesgo por exposición a cancerígenos en los centros de trabajo, pues las causas laborales y medioambientales del cáncer están relegadas a un segundo término.
Las campañas preventivas públicas ponen el énfasis en factores de riesgo individuales como el tabaco, la dieta, el alcohol, la falta de ejercicio físico o la influencia de factores genéticos, olvidando que las condiciones de trabajo son las responsables de al menos 10.000 casos nuevos anuales de cáncer en España. De hecho, el cáncer laboral es la principal causa de muerte en el trabajo. Por cáncer laboral mueren más personas que las que mueren por accidentes de trabajo y accidentes de tráfico juntas. Sin embargo, apenas existe en las estadísticas, en el año 2108 las Mutuas Colaboradoras de la Seguridad Social solo han declarado 27 cánceres profesionales en nuestro país.
Todos los cánceres laborales se pueden prevenir. Si tienen su origen en el trabajo son evitables y, por ello, es injusto e inaceptable que cualquier trabajadora o trabajador tenga que aceptar un mayor riesgo de cáncer en el trabajo. Para lograrlo, el conocimiento es esencial; conocimiento por parte de empresas, trabajadores/as y delegados/as, tanto de los riesgos como de la existencia de agentes cancerígenos en los lugares de trabajo. Porque el desconocimiento es lo que hace imposible la prevención.